viernes, 18 de octubre de 2024

El Presente: Un regalo que olvidamos abrir

 


Vivimos en una sociedad que constantemente nos empuja a mirar hacia el pasado o el futuro, olvidando la magia y el poder que reside en el presente. A menudo, las experiencias pasadas, cargadas de buenos recuerdos y valiosas lecciones, nos atrapan en una nostalgia que puede dificultar nuestro avance. Al mismo tiempo, el futuro, con todas sus promesas y preocupaciones, se convierte en una fuente de ansiedad o fantasías. Como bien lo describe Eckhart Tolle en su libro El poder del ahora, este enfoque en tiempos que no podemos controlar nos aleja de lo único que realmente poseemos: el presente. Vivir plenamente el aquí y el ahora nos brinda la oportunidad de disfrutar la vida en su totalidad, además de profundizar nuestra conexión con nosotros mismos.

Tiempo psicológico.

En su obra, Eckhart Tolle recalca que gran parte de nuestro sufrimiento proviene de estar atrapados en lo que él denomina "tiempo psicológico". Cuando nos identificamos demasiado con el pasado, nos aferramos a recuerdos que, aunque puedan ser positivos, ya no forman parte de nuestro presente. El conocido dicho "todo tiempo pasado fue mejor" refleja esta tendencia a menospreciar el momento actual. Esta forma de pensar se asemeja a lo que la psicología denomina rumiación mental, una repetición constante de pensamientos sobre eventos pasados. Según un estudio de Watkins y Nolen-Hoeksema (2014), esta tendencia está fuertemente relacionada con síntomas depresivos (ver referencia.1).

En cuanto al futuro, es un lugar de sueños, pero también de miedos. Fantaseamos con las metas que queremos alcanzar y las cosas que deseamos lograr, lo que nos genera una sensación de esperanza y satisfacción. Sin embargo, el futuro también puede ser una fuente de ansiedad, especialmente cuando nos enfocamos en anticipar posibles problemas o situaciones negativas. Este fenómeno, conocido como ansiedad anticipatoria, está vinculado con trastornos como la ansiedad generalizada, según un estudio publicado por Dugas et al. (2004) en el Journal of Anxiety Disorders (ver referencia.2). Lo importante aquí es que, al sumergirnos en esta espiral de preocupaciones, nos desconectamos de lo único que realmente está bajo nuestro control: el presente.

Pasado y Futuro en el diario vivir.

Pensemos en una persona que, debido a su miedo al futuro, no disfruta de una cena con su familia porque está preocupada por problemas laborales que aún no se han materializado. O en alguien que, al estar aferrado a una relación del pasado, no es capaz de abrirse a nuevas oportunidades amorosas. En ambos ejemplos, la desconexión del momento presente les impide disfrutar plenamente y les frena en su crecimiento personal. Vivir en el "ahora" se convierte entonces en una herramienta poderosa para liberarnos de esas ataduras emocionales.

Estudios sobre el mindfulness, como los realizados por Jon Kabat-Zinn, han demostrado que la práctica de la atención plena, es decir, estar presentes sin juzgar el momento actual puede reducir significativamente los niveles de ansiedad y estrés. Al entrenar la mente para estar en el aquí y el ahora, no solo reducimos el impacto que el pasado y el futuro tienen sobre nuestra vida, sino que también nos permitimos disfrutar de la paz y el bienestar que ofrece el presente.

Recibe el regalo y ábrelo.

El presente es, en efecto, un regalo que con frecuencia olvidamos valorar. Al mantenernos atrapados en los recuerdos del pasado o preocupados por lo que vendrá, perdemos la oportunidad de vivir plenamente el momento actual. Practicar la atención consciente y aprender a vivir el presente nos permite reconectar con nuestra esencia y mejorar nuestra calidad de vida. Dejar atrás las preocupaciones del futuro y las nostalgias del pasado no es tarea sencilla, pero al hacerlo, liberamos nuestra mente y corazón, abriéndonos a la posibilidad de disfrutar la vida tal y como es ahora. En cada pequeño momento, encontramos paz, bienestar y gratitud.

 

 REFERENCIAS

Referencia.1:  https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC4849278/

Referencia.2: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0005796797000703
?via%3Dihub

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jueves, 17 de octubre de 2024

Aceptar: Suelta el control

 



La vida, como bien sabemos, está llena de cambios. Y muchas veces, esos cambios nos sorprenden, alterando esa rutina con la que ya nos habíamos familiarizado. Imaginen un nuevo jefe en el trabajo, el fin de una relación o, en casos más difíciles, la pérdida de un ser querido. Nos enfrentamos continuamente a situaciones que se nos escapan de las manos, algo que puede desconcertarnos y generar cierta incomodidad. Sin embargo, si algo es constante en la vida, es precisamente el cambio. ¿Por qué entonces resistirnos tanto? Aunque el cambio es una realidad inevitable, nos aferramos a que las cosas se mantengan igual, lo que, sin darnos cuenta, solo nos produce sufrimiento. Aprender a aceptar y soltar aquello que no podemos controlar es clave para mantener nuestro bienestar emocional y mental.

¿Qué dice la psicología?

Aceptar el cambio no es solo necesario, sino también fundamental para avanzar de manera saludable. De hecho, investigaciones, como las realizadas por la psicóloga Susan Folkman, muestran que quienes desarrollan estrategias de afrontamiento basadas en la aceptación tienden a experimentar menos estrés y ansiedad. Folkman, junto a Richard Lazarus (1986), destacaron que una de las formas más efectivas de enfrentar las situaciones difíciles es enfocarnos en lo que está bajo nuestro control y soltar aquello que no lo está (ver referencia.1).

Resistencia al cambio.

Pensemos, por ejemplo, en un cambio en el trabajo, como la llegada de un nuevo jefe. Seguro más de uno ha vivido esto. Es común que, en un principio, sintamos resistencia. Nos preguntamos: "¿Por qué no puede seguir todo igual?", especialmente si estábamos a gusto con la situación previa. Sin embargo, resistirnos no cambia la realidad y lo único que logra es aumentar nuestra frustración. Aceptar este cambio, adaptarnos a la nueva dinámica y ver la llegada de ese nuevo jefe como una oportunidad de crecimiento puede transformar nuestra experiencia por completo. Quizás, este nuevo líder traiga consigo ideas frescas que nos permitan mejorar como equipo o incluso optimizar procesos.

Otro caso muy cotidiano es el fin de una relación amorosa. Es natural querer que las cosas vuelvan a ser como antes, pero aferrarse al pasado solo nos estanca. Aceptar que esa etapa ha concluido nos abre puertas a nuevas oportunidades, permitiéndonos avanzar. Este proceso de soltar lo que ya no podemos cambiar es esencial para sanar y crecer emocionalmente. Al fin y al cabo, dejar ir no significa perder, sino permitirnos a nosotros mismos seguir adelante.

Prueba aceptando.

Aceptar no es lo mismo que resignarse. No implica estar de acuerdo con lo que ha sucedido, sino simplemente reconocer la realidad tal cual es, sin añadirle una carga de sufrimiento innecesaria. Es un acto de autocompasión. Es decirnos a nosotros mismos: “Está bien, la vida sigue su curso”, y entender que, aunque algunas experiencias sean dolorosas o incomodas, el cambio también trae consigo oportunidades que, tal vez, aún no alcanzamos a ver.

En resumen, la vida está en constante movimiento. Aferrarnos a la idea de que todo debe permanecer igual solo nos mantiene atrapados en un ciclo de sufrimiento. Aceptar lo que no podemos cambiar y soltar lo que ya no está en nuestras manos es una de las herramientas más poderosas para vivir en paz. Al hacerlo, permitimos que nuestra energía se enfoque en aquello que realmente podemos controlar y comenzamos a abrirnos a las nuevas experiencias que la vida nos ofrece. Practicar la aceptación día a día nos ayuda a vivir con mayor serenidad, abrazando el cambio como una parte natural de nuestra existencia.

 

 REFERENCIAS

Referencia.1: https://www.researchgate.net/publication/19459529_Appraisal_Coping_Health_Status_and_Psychological_Symptoms


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miércoles, 16 de octubre de 2024

Rompiendo el muro del juicio

 


En nuestro día a día, es fácil caer en la trampa de juzgar. Nos juzgamos a nosotros mismos por no ser lo suficientemente buenos o a los demás por sus actitudes, sin detenernos a comprender lo que hay detrás. Este hábito, aunque común, nos limita. Nos impide ver el mundo con claridad y, más importante aún, nos priva de la oportunidad de conectar realmente con las personas y las situaciones. Si pudiéramos observar con una mente más abierta y dejar de lado los prejuicios que llevamos con nosotros, la vida cotidiana nos ofrecería valiosas oportunidades para desarrollar empatía y comprensión genuina.

¿Qué dicen los estudios?

El juicio, tal como lo experimentamos en nuestras interacciones cotidianas, no es más que una proyección de nuestras propias creencias y experiencias. La psicología social ha demostrado que, a menudo, juzgamos como una forma de autoafirmación. Un estudio realizado por el psicólogo David Dunning  (2005) reveló que, en muchos casos, las personas emiten juicios para validar su propia perspectiva del mundo, independientemente de su precisión (ver referencia.1). Esto significa que, al juzgar, más que comprender a los demás, reafirmamos nuestras propias ideas preconcebidas.

Cuando el juicio te limita.

Imagina esta situación cotidiana: estás en una reunión de trabajo y un compañero parece desinteresado. Sin pensarlo dos veces, lo tildas de perezoso o poco comprometido. Sin embargo, ¿qué pasaría si te detuvieras a considerar que esa persona podría estar pasando por un momento difícil fuera del trabajo, algo que no se ve a simple vista? En lugar de juzgar, podrías preguntar cómo se siente y si hay algo que puedas hacer para ayudar. Este simple cambio de enfoque abre la puerta a la empatía.

Otro ejemplo podría ser cuando nos criticamos a nosotros mismos. Al equivocarnos, es común pensar "no soy lo suficientemente bueno". Este juicio interno no solo nos limita, sino que nos impide aprender del error y avanzar. Si en lugar de caer en la autocrítica, nos detuviéramos a observar la situación con amabilidad, podríamos ver el error como una oportunidad para crecer.

Cuando dejamos de juzgar, tanto a nosotros mismos como a los demás, nos abrimos a un mundo más amplio de comprensión y empatía. El hacernos conscientes del juicio y observarlo, nos invita a cuestionar nuestras interpretaciones del mundo, a ver que estas no son la realidad en sí misma, sino solo una forma de interpretarla. Al hacerlo, liberamos espacio para nuevas formas de ser, sentir y actuar.

Práctica y rompe el muro del juicio

En resumen, el juicio constante, ya sea hacia nosotros mismos o hacia los demás, limita nuestra capacidad de ver el mundo tal como es. Romper con este hábito nos permite conectar más profundamente con las personas y las situaciones que nos rodean. Practicar la empatía, poner en pausa el juicio y abrirnos a la posibilidad de que hay más de lo que vemos a simple vista no solo enriquecerá nuestras relaciones, sino que también nos ayudará a vivir con mayor paz interior. Al final del día, esta práctica puede transformar la forma en que experimentamos el mundo y cómo interactuamos con él. ¿Qué pasaría si, por un día, decidieras observar en lugar de juzgar?

 

 REFERENCIAS

Referencia.1: https://www.researchgate.net/publication/247481810_SelfInsight_Roadblocks_and_Detours_on_the_Path_to_Knowing_Thyself

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martes, 15 de octubre de 2024

La culpa: Un obstáculo para avanzar

 


Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos experimentado la culpa. Tal vez fue por algo que dijimos, una decisión que tomamos o una acción que consideramos errónea. La culpa nos conecta con el pasado, haciéndonos revivir una y otra vez lo sucedido, mientras nos preguntamos cómo habrían sido las cosas si hubiéramos actuado de otra manera. Aunque es natural sentir culpa, quedarnos atrapados en ella puede convertirse en una barrera emocional que impide nuestro crecimiento. Nos mantiene anclados a lo que ya no podemos cambiar, generando un ciclo que, sin darnos cuenta, nos lleva a la victimización. Sin embargo, la clave para liberarse de esta carga radica en asumir la responsabilidad de nuestras acciones. Solo así podemos encontrar soluciones y avanzar. El desafío consiste en aprender a ver la culpa como una oportunidad de transformación.

¿Qué dicen los estudios?

El sentimiento de culpa está profundamente vinculado a nuestro sistema de valores y a la percepción de haber fallado en algo importante. Según un estudio publicado por Tangney, J. P., Stuewig, J., & Mashek, D. J. (2007) determinaron que la culpa puede motivar a las personas a corregir sus errores, pero cuando no se maneja adecuadamente, puede convertirse en un factor que inmoviliza emocionalmente (ver referencia.1). Muchas personas se quedan atrapadas en este punto, en lugar de tomar medidas para corregir lo sucedido, eligen el camino de la victimización, sintiéndose impotentes frente a lo que no pueden cambiar.

¿Cómo nos afecta en lo cotidiano?

Un ejemplo común es el de alguien que, tras una discusión con un ser querido, se siente culpable por las palabras dichas. En lugar de intentar disculparse o abrir un diálogo, la persona se queda atrapada en pensamientos sobre cómo debería haber reaccionado. La culpa consume su energía, pero no se realiza ningún esfuerzo para mejorar la situación. En el ámbito laboral, también ocurre algo similar. Imaginemos un empleado que comete un error en un proyecto. En lugar de asumir la responsabilidad y buscar soluciones, se paraliza, temiendo las posibles consecuencias. Este tipo de reacciones solo favorecen el ciclo de culpa y refuerzan la sensación de impotencia.

Asume la RESPONSABILIDAD.

Lo que muchas veces no se reconoce es que asumir la responsabilidad de nuestros actos, en lugar de quedarnos en la culpa, abre las puertas a la reparación y al crecimiento. Aquí es donde entra en juego el concepto de responsabilidad ontológica (responsabilidad de nuestra existencia), que no solo implica reconocer nuestros errores, sino también elegir cómo queremos responder ante ellos. Al cambiar el enfoque de la victimización hacia la acción, nos damos la oportunidad de avanzar y liberarnos de ese lastre emocional que nos ata al pasado.

La culpa es una emoción que nos conecta con el pasado, pero no debería definir nuestro presente ni nuestro futuro. Asumir la responsabilidad por nuestras acciones es un acto liberador que nos permite aprender y avanzar. Al dejar de lado la victimización y optar por la acción, nos abrimos a la posibilidad de solucionar lo sucedido y, en consecuencia, alcanzar un bienestar emocional que va más allá de la simple corrección del error. Cada día en la vida cotidiana es una nueva oportunidad para elegir cómo queremos actuar, y esa elección nos acerca al bienestar y a una vida más plena. Así que, ¿qué tal si hoy decidimos dejar de lado la culpa y comenzamos a construir desde la responsabilidad?

 

REFERENCIAS

Referencia.1: https://www.researchgate.net/publication/6835963_Moral_Emotions_and_Moral_Behavior

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lunes, 14 de octubre de 2024

Gratitud: Energía que transforma

 


En medio de nuestras rutinas diarias, inmersos en las tareas del trabajo, las responsabilidades del hogar y las constantes distracciones, muchas veces pasamos por alto algo tan importante como detenernos a agradecer. La gratitud, es una fuerza transformadora que influye directamente en cómo nos sentimos y en cómo percibimos el mundo que nos rodea. Esta práctica no se limita únicamente al ámbito espiritual, sino que también afecta nuestra energía y bienestar general, porque, como bien se ha descubierto, está comprobado que somos y que todo es energía (ver referencia 1). Agradecer por lo que tenemos, por los pequeños momentos de alegría y hasta por los desafíos que nos empujan a crecer, nos permite reconectar con lo verdaderamente importante. Esta práctica nos saca de la queja constante, dejando de lado el enfoque de la escasez, y nos dirige hacia lo que ya tenemos, abriendo espacio para más abundancia en nuestras vidas.

¿Qué dicen los estudios?

La gratitud es tanto una emoción como una práctica. Diversos estudios dentro de la psicología positiva han demostrado el impacto profundo que tiene en nuestra salud mental. Por ejemplo, investigaciones como la realizada en la Universidad de California por Emmons y McCullough (2003) han demostrado que quienes practican la gratitud a diario, tan solo escribiendo tres cosas por las cuales se sienten agradecidos, experimentan menos síntomas de depresión y estrés en comparación con aquellos que no lo hacen (ver referencias 2 y 3). Este simple acto de cambiar el enfoque de nuestra mente hacia lo positivo puede generar un cambio significativo en nuestras emociones y nuestras relaciones, ya que nos permite apreciar y reconocer más lo que nos rodea.

¿Cómo influye en nuestra energía?

Si lo vemos desde una perspectiva energética, podríamos decir que la gratitud eleva nuestra vibración, alineándonos con emociones más altas como el amor, la paz y la alegría. Esto nos lleva a considerar cómo una práctica tan sencilla puede afectar incluso nuestras relaciones interpersonales. La gratitud nos permite ver a los demás desde un lugar de reconocimiento, fortaleciendo la conexión y creando un ambiente más armonioso y empático.

Lo cotidiano.

Para incorporar esta práctica en nuestra vida cotidiana, no es necesario hacer grandes esfuerzos. Piensa en el simple hecho de comenzar tu día agradeciendo. Al despertar, en lugar de revisar el teléfono o pensar en las tareas pendientes, toma un momento para agradecer por el descanso, por tener una cama cómoda donde dormir o por el nuevo día que comienza. Este pequeño gesto puede cambiar la manera en que enfrentas todo lo que viene después. Un buen ejemplo de cómo aplicar la gratitud en situaciones cotidianas y desafiantes, es cuando llegamos tarde al trabajo porque perdimos el autobús. La respuesta automática suele ser frustrarse, pero ¿y si en lugar de eso agradeces por tener un trabajo al que llegar?, ¿por tu capacidad física para moverte y llegar por tus medios a él? o incluso ¿por ese momento extra en el que escuchaste una canción que te encanta mientras esperabas el siguiente autobús? Cambiar el enfoque no niega la incomodidad, pero sí te permite generar una respuesta más consciente y tranquila, moviendo tu energía hacia un lugar más positivo.

Además, la gratitud tiene un impacto directo en nuestras relaciones. Cuando agradecemos a los demás, incluso por gestos pequeños, como una palabra amable o simplemente su presencia, estamos fortaleciendo los lazos que nos unen. La gratitud actúa como un puente que conecta y genera un ambiente de confianza, reciprocidad y bienestar compartido.

Por todo esto, es evidente que la gratitud es una herramienta poderosa para transformar nuestra vida. No solo mejora nuestras emociones y relaciones, sino que también tiene un impacto profundo en nuestro bienestar general. Practicar la gratitud de manera consciente, a través de pequeños gestos cotidianos, nos permite ver lo positivo en cada situación, y al hacerlo, también influimos en nuestro estado emocional y energético.

Todo es práctica.

Te invito a hacer el ejercicio de agradecer cada día. Puedes comenzar por algo tan simple como cambiar tu respuesta cuando te agradecen. En lugar de decir "de nada", que es una expresión que interrumpe la energía de la gratitud (porque, como sugiere, en la "nada" no hay nada), podrías decir "gracias a ti" o "fue un gusto". También, en algún momento del día, trata de agradecer por al menos tres cosas, no importa si son grandes o pequeñas, lo importante es que las reconozcas y sientas el impacto que tienen en tu vida. Con el tiempo, notarás cómo tu enfoque cambia y cómo te sientes más conectado, tranquilo y en paz. Porque, después de todo, la gratitud es una fuente infinita de bienestar y ¿sabes qué es lo mejor de todo? que es gratis.


REFERENCIAS

Referencia 1: https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/679504/EM_25_3.pdf?sequence=1

Referencia 2 (en inglés): https://greatergood.berkeley.edu/pdfs/GratitudePDFs/6Emmons-BlessingsBurdens.pdf

Referencia 3 (en español): https://www.bbc.com/mundo/noticias-64105011

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